jueves, 7 de julio de 2016

EL ASESINATO DE JUMA

 EL ASESINATO DE JUMA


El sábado 2 de julio de 2016, alrededor de las cinco de la tarde, en el parque Terra Natura de Benidorm una cuidadora fue atacada hasta la muerte por uno de los tigres encerrados.  Y por enésima vez consecutiva, ante la rebelión de un animal cautivo, la institución responsable esgrimía la explicación de que alguien se dejó “una puerta mal cerrada”. Este error implica que se puede aplicar la categoría de “accidente” a aquello que no lo es. Y la estrategia de responsabilizar del “accidente” a la persona fallecida, deja pocas vías abiertas para el contraste de la información. Si no fuera porque tener a animales salvajes confinados tras puertas cerradas ya es de por sí una explicación viable para su tendencia atacar. Si no fuera porque hay cientos de historias con las que contrastar, todas justificadas con las mismas excusas, todas silenciadas por los mismos mecanismos. Porque día a día se hace más palpable que, aquello que sucede cada vez que en un zoo alguien se deja una puerta mal cerrada, no son accidentes
Terra Natura lleva años criando, comprando, vendiendo e intercambiando tigres de Bengala y de Sumatra. Su tapadera conservacionista queda al descubierto ante la evidencia de que su verdadero negocio es el ocio. Entre sus “atracciones” destaca la inclusión de un hotel, en el cual los huéspedes pueden rodearse de una selección de lo que denominan su “colección biológica”. Es decir, más de 1.500 animales esclavizados para ser exhibidos ante los visitantes. En 2009, dos elefantas del parque fueron utilizadas para el rodaje de la película Didi Hollywood, restando toda credibilidad a la idea de que el objetivo de este negocio tenga algo que ver con la educación y la ciencia. El lugar se presenta al público como un zoológico de última generación, donde el público puede interactuar con los animales, y con recintos que reproducen la ilusión de que los individuos encerrados están libres. Pero, más allá de los horarios de exhibición, como en cualquier otro zoo, los animales residen en estrechas jaulas. Fue en una de estas celdas donde tuvo lugar el ataque.


El lunes 20 de junio, Juma, fue exhibida junto al Ejército al paso de la antorcha olímpica por la ciudad de Manaos. Tras la ceremonia, consiguió zafarse de la correa que llevaba atada al cuello, y huyó. Según la versión oficial, un solo soldado fue enviado a buscarla, ya que la jaguar era “dócil” y estaba acostumbrada a la convivencia con los militares. Pero Juma no quería volver a sentir la correa, y se revolvió atacando al soldado. Tras cuatro dardos tranquilizantes que presuntamente no consiguieron calmarla, se decidió ejecutarla a tiros.
Juma tenía 9 años y era considerada una “mascota” por los militares que la exhibían. No debía ser ella, sino otro jaguar llamado Simba quien desfilase aquel día; pero en el último momento se cambió de opinión por causas que se desconocen. Al parecer, en esta región amazónica, El Batallón de Infantería de la Selva, que presume de “rescatar” a los jaguares del tráfico ilegal y de los centros de cautiverio, tiene como tradición utilizarlos después para desfilar en todo tipo de acontecimientos militares.
En un acto de responsabilidad sin precedentes, la organización de los Juegos Olímpicos no solo ha lamentado la muerte de Juma, sino que ha asumido lo que raramente los explotadores asumen: que había sido un error utilizar para sus propios fines a un animal salvaje encadenado. Sin embargo, esto no le devuelve la vida a Juma, ni la libertad a todos los animales cautivos en el mundo para satisfacer los caprichos humanos.


Porque cuando hablamos de cautiverio, los accidentes no existen. Allí donde hay cadenas, se desata el ímpetu de romperlas. Estimados explotadores, esclavistas, domadores, capitalistas, visitantes egoístas… Los animales de cuyo encierro disfrutáis, os están diciendo algo muy importante: hay una manera muy sencilla para que nadie se vuelva a dejar una puerta mal cerrada… ¡Dejad de cerrar puertas!

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